lunes, 8 de septiembre de 2008

Experiencias psicoterapeúticas con drogas



(Extraído de Los Fármacos Malditos, Ed. Nordan, de Juan E. Fernández Romar)

Luego de la Segunda Guerra Mundial sobrevino una época de gran experimentación bioquímica tanto en EE.UU. como en Europa. La inclusión de "tranquilizantes mayores" como la clorpormazina o la reserpina en el arsenal terapéutico de los psiquiatras alentó esperanzas de encontrar soluciones químicas para las patologías mentales. Si estos tranquilizantes mayores, también llamados neurolépticos, habían logrado erradicar casi por completo los chalecos de fuerza para el control y tratamiento de los síndromes maníacos se podía esperar mucho de las nuevas sustancias psicotrópicas.

A fines de los años 40 y comienzo de los `50 no sólo se ensayaron las posibilidades terapéuticas del LSD y la psilocibina sino que se creó una modalidad clínica que levantó una gran polvareda: el narcoanálisis.

Intentando aprovechar las posibilidades del -por entonces idealizado- "suero de la verdad", se experimentó con diversos pacientes aplicándoles una inyección intravenosa de productos como el pentotal o el amital sódico, para lograr un estado "hipnagógico", en el que estuviesen atenuadas las defensas del yo. Una vez logrado ese estado, el terapeuta comienza a formular preguntas o solicita un régimen de asociación libre buscando por alguna de estas vías la exteriorización de los conflictos o el recuerdo de escenas traumatizantes. De esta forma tanto el terapeuta como el paciente intentaban establecer nuevas relaciones entre comportamientos y motivaciones psicológicas, y entre éstas últimas y los acontecimientos traumatizantes.

No obstante la práctica del narcoanálisis suscitó una gran cantidad de problemas judiciales e incluso políticos. Tanto del punto de vista deontológico como de la eficacia práctica, resultaba indispensable el consentimiento del paciente y una disposición colaboradora muy alta, más teniendo en cuenta las fantasías persecutorias que despertaba el ser analizado bajo los efectos de algún "suero de la verdad". Asimismo se observó que la verdad no siempre emergía y que los pacientes podían revelar grados muy diferentes de disponibilidad o de resistencia a responder y que en sus "revelaciones" solían mezclar fantasías con hechos reales desmoronando la hipótesis de una posible objetividad lograda por vía química.

Del narcoanálisis al LSD

Luego de la publicación de los primeros informes científicos sobre los efectos del ácido lisérgico, se iniciaron una serie de investigaciones sobre las propiedades psicotomiméticas de esta sustancia. Al observarse que la misma podía producir un estado controlable de fluctuación emocional entre la ansiedad depresiva y la euforia, en el que se incrementaban las asociaciones y los recuerdos, acompañados de episodios de catarsis y abreacción, se intentaron las primeras experiencias terapéuticas.

Uno de los primeros ensayos que aparecieron sobre el tema fueron los de A. Busch y W. Johnson compilados en "La dietilamida del ácido lisérgico como auxiliar en la psicoterapia", donde alentaban el uso de la droga ya que sus pacientes habían podido verbalizar contenidos reprimidos durante la intoxicación.

En 1952, C. Savage, otro investigador publicó en una revista de la sociedad de psiquiatría norteamericana los resultados de un experimento farmacológico. Había administrado pequeñísimas dosis de LSD regularmente a una vasta serie de pacientes tratando de usar esta droga como un euforizante para el tratamiento de las depresiones. Pero los resultados fueron muy magros y evaluó que empleado de esta forma no servía de mucho.

En 1954, Sandison y colaboradores, comunicaron los resultados de otra experiencia en la que administraban repetidamente dosis bajas (de 50 a 70 microgramos) a pacientes que estaban atravesando por una psicoterapéutica de corte psicoanalítico. Por medio del ácido buscaban fomentar "la irrupción de material inconsciente". A esta técnica la denominaron terapia psicolítica y apoyados en su propia experiencia clínica aconsejaban su uso.

En 1957, Osmond introdujo otra línea de trabajo basada en una dosis única y alta de LSD (200 microgramos o más), buscando producir en el paciente una experiencia tan abrumadora que le cambiase la vida. Sus primeros intentos fueron con alcohólicos y en algunos casos lograron resultados sorprendentes en una sola sesión maratónica de diez o más horas. Fue el inicio de la denominada terapia psicodélica, una forma particularmente breve e intensa de tratamiento, que requería de un auxiliar de enfermería a disposición del psiquiatra, y que tenía en cuenta además los estímulos ambientales, buscando un entorno cómodo, agradable, con música y decorados sugerentes. Basándose en los rituales de la Iglesia Nativa Norteamericana en los que utilizaban peyote, el terapeuta guía, moldea, y programa el curso de la sesión, permaneciendo flexiblemente compenetrado con el devenir emocional de su paciente, dándole seguridad y continentándolo en los momentos de mayor ansiedad.

Generalmente, la experiencia estaba precedida por una preparación de aproximadamente un mes en el que el terapeuta buscaba crear un rapport conveniente e intentaba desarrollar en el paciente un grado elevado de confianza en las perspectivas de ese tratamiento. Del mismo modo, luego de la sesión con LSD se desarrollaba un tratamiento de apoyo y reorientación del paciente de duración variable.

Uno de los centros de salud donde más se ensayó la terapia psicodélica fue el Hospital Estatal de Spring Grove, de Baltimore, Maryland. Allí se probó esta modalidad terapéutica con más de doscientos pacientes con diagnósticos de neurosis y alcoholismo.

En la evaluación final de esta investigación que finalizó en marzo de 1967 (luego de tres años de aplicación regular de un programa terapéutico) debido a los problemas que implicaba el uso de sustancias ilegales, su responsable, Albert Kurland, por entonces Director del Departamento de Higiene Mental del Estado de Maryland, consideró que la terapia psicodélica resultaba especialmente útil para el abordaje de pacientes refractarios a otras modalidades de psicoterapia más convencionales. Asimismo señaló que: "Nos ha impresionado el número relativamente pequeño de secuelas atribuibles a esta modalidad de tratamiento...Los riesgos de esta forma de tratamiento, cuando está aplicado por personal adiestrado, no parecen ser ni especiales ni extraordinarios.

En conclusión, debe hacerse hincapié en que no se cree que el LSD posea efectos benéficos inherentes, o sea que su aplicación sea distinta a la de otras drogas o agentes quimioterapéuticos y fuera de lo común, muchas de las cuales son irrelevantes a su empleo terapéutico (la producción de las denominadas alucinaciones, etc.). La historia del trabajo experimental realizado con este compuesto ha indicado profusamente que los resultados benéficos no se consiguen solamente con administrarlo; de hecho resulta bastante claro que sin intención, preparación y cuidado terapéuticos, la administración de la droga a sujetos humanos resulta definitivamente peligrosa. El potencial terapéutico del LSD depende fundamentalmente de su capacidad para activar en el paciente un período de emocionalidad intensa, al mismo tiempo que permite el control, la dirección y la guía por parte del terapeuta. El propósito y la estructuración terapéuticos se centran en la secuencia de la experiencia psicológica. Una analogía que hemos usado algunas veces para tratar de ilustrar el papel del LSD en la terapia es la de un bisturí en una intervención quirúrgica: el bisturí es útil pero sin el cirujano hábil no es más que un instrumento peligroso." (1)

Experiencias nacionales

El 26 de agosto de 1964 varios psiquiatras uruguayos (Berta, Duarte, Severino, Silvera, y Gaspar) informaron positivamente sobre una larga serie de experiencias psicoterapéuticas con enteógenos en el Sexto Congreso Internacional de Psicoterapia realizado en Londres. En una extensa comunicación científica presentada por el Dr. Juan P. Severino daban cuenta de varios años de investigaciones en una nueva técnica fármaco-psicoterápica que estaban desarrollando y a la que habían denominado: psicolisis dirigida.

En este ensayo resumían un bagaje experiencial de 377 sesiones desarrolladas a lo largo de cuatro años con 105 casos tratados (57 hombres y 48 mujeres) con una amplia gama de síntomas y diagnósticos psiquiátricos.

El fundamento técnico lo habían buscado en el "rêve éveillé dirigé" o "ensueño dirigido" de Robert Desoille *. No obstante, la forma en que instrumentaban esta técnica difería de las otras técnicas de imaginación dirigida por el empleo de psicolíticos.

La ensoñación activada se caracterizaba "por una mayor fluidez dinámica de la corriente imaginaria con numerosos cambios metamorfosis espontáneas, por una mayor riqueza cuantitativa y cualitativa de las imágenes y por una aumentada profundidad de las vivencias con participación vivencial más estrecha e intensa."(2)

El método empleado era el siguiente. Primeramente, elaboraban una historia personal del paciente tratando de distinguir una doble lista de estímulos (objetos, seres, situaciones): los que le procovan ansiedad y angustia y los que le provocan sedación y tranquilidad. Estos eran luego utilizados para el desarrollo de situaciones imaginarias durante el ensueño. En ocasiones realizaban un estudio psicológico y le solicitaban además al paciente, que elaborase por escrito su propia autobiografía, relato que podía ser complementado en entrevistas clínicas posteriores.

Cuando ingresaban a la etapa del desarrollo de la psicolisis dirigida, lo primero que se ensayaba era alguna técnica de relajación en algún consultorio con luz ténue, poco ruido, ambiente templado, posición decúbito dorsal, y con el psicoterapéuta sentado al lado y de frente al paciente.

Cuando el paciente estaba convenientemente relajado y dispuesto a encarar la experiencia se le inyectaba por vía parenteral LSD (de 100 a 300 gamas o microgramos, una o dos ampollas) o bien de 3 a 6 mg de psilocibina, aunque en ocasiones probaron la administración de ambas drogas. Seguidamente comenzaban con el ensueño dirigido, proporcionando una situación imaginaria inductora antes de que el psicolítico inicie su activación.

Este proceso terapéutico exigía entrevistas semanales, intercalando la psicolisis dirigida entre dos sesiones destinadas a reflexionar sobre la experiencia vivida. Normalmente, las sesiones de ensueño psicolítico duraban más que las otras, de 2 a 3 horas, y se realizaba un promedio de dos rêveries por sesión.

Este equipo de investigación se permitió también utilizar una gran variedad de recursos psicoterapéuticos además del citado ensueño dirigido; incorporando según las necesidades del caso, técnicas psicodramáticas; técnicas conductistas como las llamadas respuestas de relajación de Wolpe (entrenando al paciente en una relajación psico-física cuando evoca situaciones imaginarias angustiantes); y estrategias psicoanalíticas de análisis de los contenidos inconscientes emergentes (aunque no tomaban en cuenta ni analizaban la transferencia), entre muchas otras.

Las valoraciones que realizaron sobre esta extensa investigación fueron francamente positivas. "En casos de toxicomanías, neurosis de carácter, personalidades psicopáticas, neurosis obsesiva, la técnica psicolítica dirigida ha permitido una acción decisiva e inmediata, incluso en sujetos donde otras técnicas y tratamientos biológicos habían fracasado y no era posible su reanudación."(3)

Curiosamente no encontraron ningún tipo de incoveniente que condicionara su aplicación. "No hemos encontrado ninguna contraindicación especial para la aplicación del tratamiento psicolítico dirigido. Lo empleamos incluso en sujetos epilépticos (con E.E.G. anormal) sin que podamos señalar accidentes somáticos o psíquicos. Nunca se empleó el Largactil, como antídoto, por vía parenteral, a pesar de la dosis corrientemente empleadas y que se consideran medianas y fuertes." (4)

Las causas de su prohibición

Tal como han señalado tanto Kurland como este equipo de investigadores uruguayos, las reacciones adversas en experiencias terapéuticas bajo supervisión profesional han sido siempre mínimas. Según el Dr. Donald Louria de la Universidad de Harvard, la tasa de reacciones adversas computadas en tratamientos terapéuticos nunca han superado el ínfimo 0,08%

No obstante, en los informes que le llegaron al Congreso de los EE.UU. y que determinaron finalmente la prohibición de esta sustancia, se hacía especial énfasis en las reacciones adversas que generaba el LSD consumido sin vigilancia médica. Estos informes particularmente alarmantes se basaban principalmente en estudios epidemiológicos a nivel hospitalario de pacientes ingresados por descompensaciones originadas por el consumo de LSD. Además de las esperables reacciones esquizofrénicas generadas en consumidores ocasionales, y de diversos casos de suicidio bajo sus efectos, se agregaba en el gran rubro de reacciones adversas, a niños que habían ingerido accidentalmente LSD, a personas que manifestaban "conductas antisociales" (sin aclarar cuáles eran éstas), e incluso a personas que bajo los efectos de la droga exteriorizaban de algún modo algún deseo homosexual. Categorías de discutible importancia y de gran contenido ideológico que colaboraron en la decisión de prohibir la producción legal de esta sustancia.

Sin embargo, tiempo después se supo que luego de ser prohibido, el LSD pasó a manos de militares que experimentaron largamente con él para finalmente incluirlo en su lista de armas estratégicas.

Citas y comentarios:

*( Ensueño dirigido: Técnica que tiene como finalidad la intervención en el psiquismo mediante una transformación simbólica.

Acostado en una semioscuridad, la persona es invitada a ponerse en un estado de relajación. Se parte de una imagen de un sueño nocturno o de alguna que haya surgido en la sesión anterior y se le propone al paciente moverse en ese espacio imaginario. El terapeuta anota las asociaciones y emociones despertadas. Por su parte el paciente se esfuerza por interpretar estas asociaciones y por reflexionar sobre lo que ocurre.

Otras técnicas similares, emparentadas con ésta son muy usadas en terapias grupales y se las conoce como visualizaciones.)

1) El potencial terapéutico del LSD en medicina, por Albert Kurland, transcripto en la compilación LSD: Individuo y sociedad, de De Bold y Leaf, Ed. Cuadernos de Joaquím Mortiz, México, 1970, págs.33 y 34.

2) Psicolisis dirigida por Berta y otros, Edición a cargo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, Montevideo, 1965, pág. 7.

3 y 4) Idem. págs. 26.

Bibliografía consultada:

LSD: Individuo y sociedad, de De Bold y Leaf, Ed. Cuadernos de Joaquím Mortiz, México, 1970.

Psicolisis dirigida, Berta y otros, Edición a cargo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, Montevideo, 1965.

Historia del psicoanálisis después de Freud de J. Fages, Ed. Martínez Roca S.A., Barcelona, 1979.

No hay comentarios: